Por Héctor Pavón, Clarín.
Mientras se alerta sobre la desaparición de miles lenguas en todo el mundo, la lingüista Lucía Golluscio da a conocer en un libro —fruto de una exhaustiva investigación— en el que explica cómo la conservación de la lengua mapuche, rica en su discursividad, es clave para reafirmar identidad cultural.
«Conocer lo que los propios mapuches dicen y hacen con y sobre su lengua» ha sido el objetivo, el motor que movilizó durante años la investigación de Lucía Golluscio, doctora en Letras y profesora asociada de Etnolingüística en la Universidad de Buenos Aires que quedó plasmada en El pueblo mapuche. Poéticas de pertenencia y devenir (Biblos), un libro que explica su extenso trabajo al que aquí nos asomamos.
Golluscio comienza explicando el origen de la palabra mapuche o mapuce, que viene de mapu, que significa tierra y ce o ce, gente, y que viven en Puel Mapu, al este de la cordillera de los Andes. «Por un lado, me interesó registrar y analizar los modos de hablar que circulan actualmente en el área mapuche al este de los Andes en su contexto etnográfico. Por otro, frente a la afirmación contundente que pronostica la desaparición de miles de lenguas del mundo, una tendencia advertida por los mismos miembros de las comunidades al desplazamiento del mapundungun frente al español, una muerte largamente anunciada de la lengua vernácula y un también largamente anunciado cambio lingüístico, me propuse explorar las prácticas sociales indígenas que siguen usando la palabra y el discurso en la construcción de la mapuchidad», afirma.
En su trabajo exploratorio de los alcances y funciones de la lengua y el discurso en la creación de identidades, Golluscio no ubica el lenguaje al margen de la historia, sino, por el contrario, —y como señala la antropóloga Claudia Briones en el prólogo—, en «abordarlo como arena donde los avatares del devenir colectivo se escenifican y se disputan». No es posible hablar de los mapuches sin referirse a la histórica lucha por el territorio y de su identidad bombardeada cuando la "nación" surgió como un proyecto que no los incluía. La investigación señala —citando a Briones y a Ana Ramos— que esa nación ha sido el principal mecanismo usado por los grupos hegemónicos para integrar los pueblos indígenas como «otros», mediante procesos de producción cultural que mantienen y reproducen, con cambios, mecanismos más o menos sutiles de exclusión-inclusión. En lo que respecta a la dominación lingüística, en el área mapuche se organizó desde el principio alrededor de dos ejes fundamentales: la represión del uso de la lengua vernácula y la imposición del castellano. Además de su instrumentación sistemática a través de la escuela, la represión lingüística (muchas veces acompañada de la física) tuvo como agentes a representantes de otras instituciones: la Gendarmería, la Policía, la Justicia, las Iglesias. «Asimismo, he registrado innumerables testimonios sobre la acción de los mercachifles inmigrantes —hoy estancieros— que prohibían a los indígenas el uso de la lengua, se burlaban de ellos, y hasta los amenazaban con la cárcel», afirmó. Así se generó una estrategia temprana de aprendizaje del español y de aceptación de la escuela primaria. La investigadora agrega que además se puso en práctica una estrategia de «mimetización» e ninvisibilización muy extendida en el área, a través de mecanismos de resistencia aborigen; la autorrepresión en el uso y la transmisión del mapudungun y en la manifestación de pautas culturales propias, y la «clandestinización» y el «disimulo»: «el ocultamiento sistemático de tales usos y pautas».
En su trabajo exploratorio de los alcances y funciones de la lengua y el discurso en la creación de identidades, Golluscio no ubica el lenguaje al margen de la historia, sino, por el contrario, —y como señala la antropóloga Claudia Briones en el prólogo—, en «abordarlo como arena donde los avatares del devenir colectivo se escenifican y se disputan».
No es posible hablar de los mapuches sin referirse a la histórica lucha por el territorio y de su identidad bombardeada cuando la "nación" surgió como un proyecto que no los incluía.
La investigación señala —citando a Briones y a Ana Ramos— que esa nación ha sido el principal mecanismo usado por los grupos hegemónicos para integrar los pueblos indígenas como «otros», mediante procesos de producción cultural que mantienen y reproducen, con cambios, mecanismos más o menos sutiles de exclusión-inclusión.
En lo que respecta a la dominación lingüística, en el área mapuche se organizó desde el principio alrededor de dos ejes fundamentales: la represión del uso de la lengua vernácula y la imposición del castellano. Además de su instrumentación sistemática a través de la escuela, la represión lingüística (muchas veces acompañada de la física) tuvo como agentes a representantes de otras instituciones: la Gendarmería, la Policía, la Justicia, las Iglesias. «Asimismo, he registrado innumerables testimonios sobre la acción de los mercachifles inmigrantes —hoy estancieros— que prohibían a los indígenas el uso de la lengua, se burlaban de ellos, y hasta los amenazaban con la cárcel», afirmó. Así se generó una estrategia temprana de aprendizaje del español y de aceptación de la escuela primaria. La investigadora agrega que además se puso en práctica una estrategia de «mimetización» e invisibilización muy extendida en el área, a través de mecanismos de resistencia aborigen; la autorrepresión en el uso y la transmisión del mapudungun y en la manifestación de pautas culturales propias, y la «clandestinización» y el «disimulo»: «el ocultamiento sistemático de tales usos y pautas».
La resistencia cultural a través de la conservación del idioma no es un hecho aislado. Hay un contexto mundial que acompaña esta lucha. "Éstos son tiempos de actividad urgente y cambiante para los grupos y organizaciones indígenas en toda ‘América’», dice Golluscio. Son tiempos en los que conviven una preocupación internacional por las lenguas en peligro con la desaparición acelerada de lenguas minorizadas en todo el planeta. Mantener la identidad cultural provoca contradicciones interesantes. «La lengua originaria es hoy ámbito de luchas metadiscursivas en el seno de organizaciones y comunidades mapuches». Muchos jóvenes se preguntan si es posible ser mapuche sin hablar la lengua, si es posible transmitir el corazón de la filosofía mapuche y las sutilezas de su gramática y su literatura sin hablar mapudungun.Hay pueblos que mantienen su identidad cultural y, sin embargo, hablan la lengua de sus dominadores. Es posible. «Pero en el caso mapuche nos enfrentamos a una lengua original rica en su teoría y en la práctica discursiva, y que justamente el discurso poético es el que aparece más amenazado en los casos de pérdida de la lengua de origen. Las decisiones a tomar y las acciones instrumentar son, entonces, urgentes», advierte Golluscio.
La resistencia cultural a través de la conservación del idioma no es un hecho aislado. Hay un contexto mundial que acompaña esta lucha. "Éstos son tiempos de actividad urgente y cambiante para los grupos y organizaciones indígenas en toda ‘América’», dice Golluscio. Son tiempos en los que conviven una preocupación internacional por las lenguas en peligro con la desaparición acelerada de lenguas minorizadas en todo el planeta.
Mantener la identidad cultural provoca contradicciones interesantes. «La lengua originaria es hoy ámbito de luchas metadiscursivas en el seno de organizaciones y comunidades mapuches». Muchos jóvenes se preguntan si es posible ser mapuche sin hablar la lengua, si es posible transmitir el corazón de la filosofía mapuche y las sutilezas de su gramática y su literatura sin hablar mapudungun.
Hay pueblos que mantienen su identidad cultural y, sin embargo, hablan la lengua de sus dominadores. Es posible. «Pero en el caso mapuche nos enfrentamos a una lengua original rica en su teoría y en la práctica discursiva, y que justamente el discurso poético es el que aparece más amenazado en los casos de pérdida de la lengua de origen. Las decisiones a tomar y las acciones instrumentar son, entonces, urgentes», advierte Golluscio.
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