martes, 17 de junio de 2008

Interesante discusión de Bolivianos sobre las aproximaciones teóricas a la cuestión "Nacional"

Se presenta una discusión, a modo de indicio de una discusión mas profunda y extendida en la sociedad boliviana, en que se puede reconocer a lo menos dos puntos de vista en tensión una de tipo abstracto, intelectual y académico y otro empírico, pragmático y "político".
Este contrapunto se muestra a partir de dos textos de Mario Blacutt Mendoza, contestados por Diego Giacoman, los que desarrollan esta discusión en torno al uso de categorias Hegelianas para el análisis de la situación política boliviana. A contiunuación éstos.
Francisco Javier Cabellos
Lic. Psicología
Mg. Ciencias Sociales.
Director de Proyectos AXXIONA Desarrollo Humano
ESTADO Y NACIÓN
Mario Blacutt Mendoza
El proyecto de la nueva CPE tiene como uno de sus principales objetivos, el lograr consolidar el Estado Boliviano, en el entendido de que es necesario liberarlo de la debilidad congénita que lo caracteriza.
Aunque alguna vez nos hemos referido ya a este tema, vale la pena insistir sobre el particular, dada la gran importancia que reviste la identificación de aspiraciones, más grandes aún que los mismos objetivos.
El fortalecimiento del Estado, como un conjunto de factores tales como territorio, población, organización política y un entramado institucional propio, es algo necesario en la evolución histórica de nuestro país. Pero, siendo algo necesario, no es suficiente para lograr las aspiraciones del pueblo boliviano, debido a que le falta un gran ingrediente: el Sentido de Pertenencia a ese algo que llamamos Estado Nacional. Ese sentido de pertenencia, imprescindible, sólo puede lograrse en la conformación de una Nación consolidada, la que incluye un Estado, pero lo aglutina con la satisfacción íntima de formar parte de él.
Hegel, en su Filosofía de la Historia, denominaba “El Espíritu Nacional” como el verdadero sujeto de la historia, al afirmar que cada nación tiene un espíritu que lo distingue de las demás. Afirma que ese sujeto de la historia, “El Espíritu Nacional” se objetiva en las instituciones de cada nación y, en última instancia “La Razón Absoluta” lo hace en el Estado.
Si tuviéramos a Hegel como guía, podríamos decir que las instituciones y el Estado Nacional objetivarían el Espíritu Nacional Boliviano y lo diferenciarían de los otros que existen en el mundo. Ahora bien; si para Hegel es el Espíritu Nacional lo que se objetiva como espíritu de una nación, el espíritu nacional de los aimaras y quechuas sería muy diferente de las otras naciones que se cobijan en el Estado boliviano, por lo que sería un imperativo histórico formar un solo espíritu nacional de la síntesis de todos los que se objetivan en los 36 grupos culturales bolivianos.
Pues bien; lo que Hegel caracteriza como “Espíritu Nacional” sería para nosotros una especie de tipología de una nación, según la cual, se puede identificar al “típico” francés, al “típico” inglés o al “típico” alemán. En el caso de Bolivia, que no es una Nación Consolidada y en la que coexisten varias naciones, podríamos identificar el “típico” aimara, el “típico” quechua, el “típico” camba, el “típico chapaco-chaqueño”…… pero no al “típico” boliviano.
Estas naciones se cobijan en el Estado Boliviano pero no interactúan entre sí; es decir, no conforman la síntesis que nuestra historia ansía; no conforma la Nación de naciones, la Nación Boliviana Consolidada. El quechua, el aimara…, por una parte, o el camba, el chapaco-chaqueño, el cochabambino, el orureño, el paceño…, por otra, han desarrollado un sentido de pertenencia al terruño o al grupo donde nacieron. Pero no se ha desarrollado el sentido de pertenencia a Bolivia, por lo menos, no con la solidez con que se ha estructurado ese sentido con relación a la geografía o a las tradiciones en las que hemos crecido. Por eso es que nos sorprende la insistencia del gobierno de luchar por un Estado Nacional en vez de hacerlo por una Nación de naciones, por una Nación Boliviana Consolidada.
El Estado Nacional es solamente la síntesis de las instituciones que la estructuran y de su organización política, mientras que La Nación Boliviana sería la síntesis de la interacción de las naciones que la conforman; esa es una gran diferencia.
Los judíos han sido una nación desperdigada por el mundo sin haber tenido un Estando nacional hasta 1948, mientras que los yugoeslavos han sido un Estado Nacional que ha dejado de existir para dar paso a la realización de las naciones que la conformaban. En el caso de los judíos, la Nación ha existido sin un Estado y existirá sin él; en el caso de Yugoslavia, Checoslovaquia y la URSS, el Estado nacional se ha dividido para dar paso a la vigencia de sus naciones.
Esto es lo que puede suceder en Bolivia: el Estado Nacional puede desaparecer para dar paso a la realización plena de las naciones que la conforman, sin haber logrado nunca objetivar la Nación Boliviana Consolidada. La noción de Estado Nacional, siendo necesaria, debe recurrir a la coacción para mantener juntas a las naciones que lo estructuran, pues cada una de ellas no ha desarrollado un sentido de pertenencia por él.
En cambio, la noción de Nación Boliviana Consolidada no necesita de la coacción para seguir adelante con su evolución histórica, pues, al ser el resultado de la síntesis de las naciones internas, será la única que podrá desarrollar un sentido de pertenencia común. La Nación Boliviana Consolidada siempre será superior al Estado Nacional, en el sentido de que los objetivos serán entonces comunes, en franca diferencia con lo que sucede ahora. Lo que sucede ahora es que cada grupo geográfico o cultural piensa en sus propios objetivos por la no existencia de un sentido de pertenencia a una nación compartida, esto es, por la ausencia de objetivos comunes con el resto de los otros grupos. Es preciso que la población de la llamada “Media Luna”, por ejemplo, realice sus aspiraciones como miembros de una sumatoria de grupos geográficos y culturales. Pero el gobierno debería demostrarles que esas aspiraciones pueden ser concretadas en el marco de la Nación Boliviana Consolidada sin desmedro de sus deseos de ser y sin recurrir al antagonismo artificial.
Por otra parte, es una especie de imperativo categórico que los indígenas entiendan que no pueden poner 500 años del pasado como si fuera un horizonte, y que sus reivindicaciones pueden realizarse dentro del marco de la Nación Boliviana Consolidada. Los griegos no concebían que fuera posible la existencia de una población organizada fuera de la Ciudad-Estado; dos mil años después no se consideraba posible la existencia de los pueblos fuera del Estado Nación, altamente centralizado. Ahora, los más temerosos no pueden concebir que la población boliviana pueda existir y progresar en una Nación Boliviana Consolidada Autonómica; creen que las autonomías no permitirán la existencia del Estado Nacional.
Del modo cómo van las cosas, yo debo afirmar que si no se toma en cuenta los procesos autonómicos, el Estado Nacional va a desaparecer y, como Yugoslavia o la URSS, son sus naciones, sus propias naciones, las que lo van a enterrar. Y todo esto, por no querer entender que cada grupo dentro del país quiere realizar su “espíritu propio” y que el Estado Nacional, per se, no basta para que todos lo puedan hacer en igualdad de condiciones. Es preciso construir la Nación Boliviana Consolidada Autonómica. Sin la Nación Boliviana, las autonomías se convertirán en pequeñas republiquetas dispersas y sin horizontes; sin las autonomías, el Estado Nacional habrá desaparecido; sus naciones lo habrán enterrado para siempre.
Respetado Hegel: yo no creo en espíritus, pero creo en tu idea original; sin un sentido de pertenencia a una Nación Consolidada, el Ser deambula como una comadreja esteparia sin encontrar nada que lo cobije; el Ser no se realiza como tal, por lo menos no en estos momentos históricos
Saludos
Blacutt
LA RAZÓN ABSOLUTA Y SU OBJETIVACIÓN EN BOLIVIA
Mario Blacutt Mendoza
Luego de la publicación del artículo “Estado y Nación” en el que se incluía la tesis hegeliana del “Espíritu Nacional”, recibí varios mensajes solicitando una aclaración sobre cómo el “espíritu puede objetivarse”. Prescindiendo del lenguaje filosófico diremos que para Hegel, la Razón subjetiva, una de las tres (junto con la objetiva y la absoluta) se expresa en las manifestaciones del individuo: cada uno se comporta de acuerdo a la evolución de su Razón Subjetiva. La Razón Absoluta (dejaremos de lado la Razón Objetiva) se expresa en la Sociedad-Estado, las que, a su vez se manifiestan en la forma que adquieren las instituciones que la conforman. Para dar un ejemplo práctico en nuestro “aquí y ahora” acudamos a la diferencia que hay entre el modo que tienen de pensar los pueblos originarios acerca de la ley y la justicia, en comparación al modo occidental. Para nosotros, educados a través de los conceptos occidentales, la Ley es la única dimensión que prevalece cuando se trata de establecer la culpabilidad o la inocencia de un acusado. Los aspectos procedimentales deben ser rigurosamente cumplidos para que la autoridad pertinente se pronuncie sobre el particular. Si alguien es declarado culpable por la autoridad competente (un juez o un jurado) lo será sobre la presunción de que se ha seguido todos los procedimientos establecidos por ley para llegar a esa decisión. El cumplimiento de la Ley se vuelve el objetivo principal de un juicio, en desmedro, muchas veces, del objetivo original, esto es, el de hacer justicia, lo que da lugar a que un buen abogado puede liberar a una persona culpable, esgrimiendo el argumento de que no se habría seguido rigurosamente un procedimiento legal. En este caso, “el espíritu absoluto occidental” se expresa en la mistificación de la Ley por encima del deber de alcanzar justicia; la ley, que es un medio, se hace más importante que la justicia, que es el objetivo.
En cambio, los pueblos originarios no son muy apegados a los procedimientos; más bien el objetivo primero es el de de “lograr justicia” cuando se presenta un quiebre en las normas que cohesionan las relaciones humanas dentro del grupo. En este caso, la ley queda en segundo plano y el “alcanzar justicia”, en el primero. Si recurriéramos a Hegel, diríamos que una de las manifestaciones del “espíritu absoluto” occidental, se expresaría en las instituciones jurídicas rigurosamente monitoreadas por el cumplimiento de la Ley. En el caso de los pueblos originarios, diríamos que una dimensión de su Espíritu Absoluto se manifestaría en lo que conocemos como “justicia comunitaria”, la que prescinde casi por completo, de los procedimientos y formalidades.
Por supuesto que no estamos aquí para juzgar cuál de las dos formas es la mejor, sino para mostrar la diferencia entre dos grupos humanos con percepciones y maneras de comportamiento diferentes. De esta manera, “el Espíritu Absoluto” propuesto por Hegel “se objetiva” en el comportamiento de la Sociedad-Estado y en la forma que adquieren sus instituciones.
¿Dónde se encontrará la verdad del proceso evolutivo del Espírito Absoluto?. Hegel afirma que debe recurrirse a la Historia, postulado que nos llena de gran satisfacción. Sin embargo, los teóricos debaten sobre la dimensión histórica: ¿hay una sola historia del ser humano con diferentes manifestaciones del Espíritu Absoluto? ¿Hay tantas historias como sociedades-estado existen en el planeta?; los que afirman que hay una sola historia del Ser son conocidos como “Universalistas”; los segundos, como “Morfologistas”. En la actual etapa del pensamiento occidental, que se ha denominado “Postmodernista”, los morfologistas se han rebelado en contra de los universalistas, rebelión que ha tomado muchas formas para distinguir a los grupos humanos; entre ellas, la cultura. Particularmente, fiel a mi espíritu de complementariedad, postulo que la Historia del Ser, siendo universal no es, sin embargo, la simple suma de las historias particulares de los grupos humanos, sino la expresión de las intereacciones, especialmente de tipo cultural.
Este problema se hace más intrincado en países como el nuestro, en los que hay una gran diversidad de grupos culturales; de ahí las grandes dificultades que tenemos en lograr un “espíritu nacional”, el que debe emerger del sentido de pertenencia a una nueva nación: la Nación Boliviana Consolidada Autonómica. El centralismo estatal sería de tipo hegeliano; en cambio, la autonomía completa, en sus diferentes concepciones, sería una expresión postmoderna de nuestra historia. Por su parte, la Nación Boliviana Consolidada Autonómica, sería una manifestación de la interacción de las culturas, una objetivación de la “Razón Absoluta” sobre la base de esa interacción, en términos de Heguel; mi postulado participa del universalismo y del morfologismo, dando lugar al “Tercero Incluido” en este aspecto. Hay países que no tenían este problema, el de la diversidad; tal era el caso de los nórdicos, por ejemplo, sin embargo el proceso de migración de poblaciones de países subdesarrollados hacia los desarrollados está obrando como artífice de la creación del problema de la diversidad. Las migraciones pueden cambiar la manera de ser de las naciones anfitrionas y, de este modo, se constituyen en una de las principales razones por las que se recurre a leyes migratorias cada vez más severas.
Saludos
Blacutt
La razón práctica y su limitación en Bolivia.
Diego Giacoman A.
Las líneas que siguen se han escrito a partir de la motivación que ha despertado la lectura del articulo “La razón absoluta y su objetivación en Bolivia” de Mario Blacutt Mendoza. Aquella, una secuencia clara de ideas sintéticas que inducen a una abstracción que aleja de toda comprensión de los hechos reales. Ahora, sigue, no una iluminación excepcional, sólo, algunas reseñas necesarias para evadir agravantes en la confusión ya existente en el debate sobre lo nacional. Aclaremos y recordemos, primero, el significado y contenido de la categoría hegeliana de “Espíritu Absoluto”. Una categoría que resulta de un sistema filosófico que interpreta la historia como un proceso de evolución cíclica, dialéctica, en el que se define el destino de las formas sociales y subjetivas de los hombres. En esta historia evolutiva se llega a la cúspide, al momento más elevado, cuando el “Espíritu Absoluto” se encuentra a sí mismo en el Estado. Cuando el espíritu se objetiva en el Estado. Se hablaría pues del fin de la historia, del punto más avanzado y evolucionado de la historia.
Desde la visión idealista de Hegel se llegará a este momento porque "una voluntad divina rige poderosa el mundo" y tiene "un fin universal". En términos más coloquiales diríamos que el Estado es dirigido por Dios para lograr su forma perfecta. Así, al leerse “la nación boliviana consolidad autonómica es la objetivación el Espíritu Absoluto”, se esta leyendo que el Estado Boliviano Autonómico es el que Dios ha buscado. Se dice que el Estado ha alcanzado su forma perfecta, que se habría llegado a una suerte de edad de oro para la sociedad. Se nos esta diciendo que los estatutos autonómicos son la expresión de una razón que ha logrado encontrarse a si misma, una suerte de texto divino inspirado por el Espíritu Absoluto para instaurar un Estado omnipotente. "El Estado, las leyes y las instituciones son suyas; suyos son los derechos, la propiedad exterior sobre la naturaleza, el suelo, las montañas, el aire y las aguas, esto es, la comarca, la patria.” No podemos dudar de una razón humana que ha logrado su más alta expresión encontrando a Dios. ¡Alegrémonos, sucedió en Santa Cruz!. Algo similar fue propuesto por los indigenistas y seguidores del MAS, hace algunos meses, aunque sin sofisticación intelectual, cuando anunciaron el advenimiento del Pachakuti. La reconstitución del mundo andino como retorno al tiempo original. Entonces, según las afirmaciones de Blacutt, con las autonomías la razón se ha encontrado a sí misma, lo que supone que toda contradicción ha quedado resuelta.
¿Es posible que alguien crea que es este el significado de la autonomía en Bolivia? Acaso, además de las contradicciones regionales, que no expresan más que intereses de fracciones sociales y grupos políticos, no existen contradicciones vitales que literalmente quiebran el cuerpo de los bolivianos. Niños en la calle o en la fábrica, madres sin asistencia y todos los ejemplos que se podrían lograr con una caminata de media hora por las calles de cualquier ciudad boliviana. Una caminata que valdría la pena realizar aunque para ello tengamos que alejarnos de aquellos barrios en lo que alguien podría estar leyendo a Hegel. ¿Es eso lo que se quiso decir?. Si no es así, creo pertinente el sugerir que no se manipulen los conceptos hegelianos sin necesidad. Al menos sin otra necesidad aparente que la desatada por la vanidad.
Si bien es cierto que se puede encontrar en los textos de Hegel algunos elementos que dan lugar a un absolutismo, esto debería entenderse, más bien, como una postura de inamobilidad frente al estado monárquico alemán, considerado como punto cúspide del desarrollo histórico del Estado. Cuando Hegel dijo que el Estado Alemán era la expresión del Espíritu Absoluto buscaba respaldar la forma monárquica unitaria de un Estado Alemán que recién se estaba consolidando. Así, no hay por que buscar en sus conceptos, y menos en el de Espíritu Absoluto, una fundamentación del centralismo o la descentralización. Por otra parte, combinar una lectura postmoderna de la historia con las categorías hegelianas es arbitrario. Debería reconocerse, que el Espíritu Absoluto, si se quiere hablar de él, es el que guía la historia y el que la dirige hacia su objetivación. Se trata, pues, de un concepto que no se entiende en un marco de distintas historias. Es, entonces, importante desarrollar y utilizar el concepto en su adecuado contexto.
Además del artículo de referencia, es posible encontrar un enmarañado de argumentos y conceptos que se pierden uno al otro en un intento por buscar nuevas explicaciones. Una pugna intelectual en la que lo más rebuscado y exótico gana.
Acaso estas discusiones, al final, no hacen otra cosa más que justificar a un conflicto que no es otra cosa que la pugna por la administración de los recursos del Estado. ¿El conflicto no ha surgido en torno a los recursos por IDH, a las atribuciones y presupuestos? ¿Alguien ha escuchado de temas interculturales, de cosmovisión o espirituales ocupando posiciones centrales en las mesas de diálogo y discusión?. Al fin, es más fácil acercar la mirada y buscar la comprensión que brinda el seguimiento de los hechos que andar tras la luz en lo recóndito de un pensamiento que no hemos llegado a comprender y que aún así levantamos. No negare con ello, señor Blacutt, la importancia y consistencia que algunos marcos teóricos pueden brindar en cuanto se los siga con seriedad.
LOS DESVARÍOS DEL SEÑOR GIACOMAN
En dos artículos anteriores Estado y Nación y el El Espíritu Absoluto y su Objetivación hice una analogía imaginaria sobre lo que sería el pensamiento de Hegel si fuera aplicado a nuestro país. El señor Diego Giacoman A. ha pretendido hacer una crítica de mi analogía de Hegel pensando que yo estaba hablando de la Razón Práctica de Kant, tal el título de su artículo.
Esa es una muestra de dadaísmo extremo, la introducción al mundo de la locura. Eso es como si alguien escribiera sobre las autonomías departamentales o indígenas en Bolivia y otro pretendiera basarse en esas percepciones para criticar la estética de los maoríes, atribuyéndole al primero el haber escrito sobre la estética de los maoríes. ¿Que se puede contestar a un absurdo tan grande?. Pues nada; aunque soy muy permeable al intercambio de percepciones, no es posible que deba abandonar mi mundo interno, al que considero muy equilibrado, para introducirme en el entreverado planeta cerebral que bulle en el pretendido crítico.
Para poder contestarle sin entrar en el mundo de la locura, es preciso que el señor Giacoman A. de muestras de cordura y apunte al tema al que yo me he referido y si su intervención posterior está limpia de desvaríos, entonces sí podría plantearse la posibilidad de un intercambio adecuado de percepciones teóricas.
Como ustedes deben observar, mi indignación es tanta que por primera vez debo acudir a un lenguaje que equipara en adjetivos al de mi crítico de marras.
Hay cosas que no se pueden aguantar, por lo que les pido disculpas anticipadas ante esta muestra de justa indignación
Blacutt
Última aclaración
Señor Blacutt, no se trata de nada personal. Pero en verdad estoy convencido que los devaneos teóricos pueden hacer más daño que bien al necesario debate político. Es urgente aclarar las cosas e impedir que se confundan más.
Mis respetos,
P.D. No hice referencia a concepto kantiano alguno. Al referirme a razón práctica lo hago en un sentido coloquial. Una dimensión que se debería brindar al debate.
Diego Giacoman A.
Telf. (591) 795 72464
La Paz

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